Con la mente en blanco
Los días avanzan rápido en la saturada ciudad que no espera y no deja de circular, caminando por las calles puedes apreciar que las personas se dirigen hacia una infinidad de destinos, sin duda parecía que me quedaba estancado, no sentía la necesidad ni la prisa de llegar a algún lugar. Como si fuera contra la corriente, pero de pronto vuelven a mi imágenes donde me desplazaba a diferentes puntos de la ciudad, incluso cuando me alejaba del centro se sentía un cambio de clima, pues cuando te diriges hacia el este se aprecia mejor el sol que aparece por las mañanas y calienta gran parte de la tarde, en comparación con otros sitios donde la humedad y el cielo gris suele ser el techo de siempre.
Mirando por la ventana del bus, miro a las personas en situación autómata tan solo se mueven, hablan por celular, después recuerdo que estuve en esa misma situación, no miraba a mi alrededor, solo era mi misión esquivar al máximo de personas posibles para avanzar más rápido, siempre mirando el reloj, cual amo que me controlaba en esos instantes.
Ya es casi la hora punta, gran parte del personal de las oficinas abandonan sus trabajo para dirigirse a casa y el bus en que viajo se llena de pronto; las luces cubren la ciudad y mis recuerdos viajan de pronto a la playa, el océano, las olas que se vuelven un ser animado que me muestra su energía, su enfado, su calma, su ternura en ciertos instantes. Pero de pronto escucho música del género regaetton con elevado volumen, me hacen regresar al bus, al calor de la gente aglutinada. El chofer al parecer es fanático de este género musical, que contagia al no tan amable cobrador, que sigue subiendo gente al bus a pesar que ya no hay espacio. Mientras, el bus avanza lentamente siguiendo la procesión de los carros que intentan encontrar algún desvió para acortar camino.
Me coloco los audífonos y escojo un canción que me llama la intención, la cual de nuevo me sumerge en recuerdos de conciertos a los cuales asistí, canciones que cante a la par con el cantante, o las veces que me subí al escenario para compartir micro, con las bandas y sobre todo la compañía; los amigos con los cuales se compartía la música o los intercambios de casettes, antes de la aparición del Cd, las noches eran más interesantes. Donde muchas veces te dabas cuenta que era tarde por que ya había amanecido, y en tu mochila había libros interesantes, fanzines para hojear o comix que te entretenían la espera de las clases.
La gente se baja de a pocos en la ruta, se puede respirar mejor, abrí la ventana para que entre un poco de viento para que circule dentro del bus, se nota que voy llegando a casa pues hay menos pasajeros, saco un paquete de galletas para hacer un previo a mi cena, voy imaginando que me puede esperar para cenar en casa. El cobrador grita el nombre de mi paradero y ni cuenta me doy; en verdad estoy con la mente en blanco, se hace una pausa en el reproductor de música, que me hace dar cuenta que ya debo bajarme. Posteriormente, cenaré, me iré a dormir e intentare soñar, y desear que sea un buen día.
Jorge Vertiz
jorgevertal@hotmail.com
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