Damas de la Noche
Hace poco me dirigía hacia el centro de Lima, faltando una cuadra para bajar le digo al cobrador “bajan Quilca”, avanzo unos metros y doblo en el jirón Cailloma, pues asistiría a un concierto en esa calle. En otra circunstancia el comentar que uno iba hacia Callioma era sinónimo de búsqueda de sexo barato, ese bien callejero que se ofrecía en las calles sin el menor tapujo.
Antes, de ingresar al concierto unas chiquillas corren por mi costado a manera de resguardo, me pregunte de quien, la respuesta era simple de la camioneta del serenazgo, que con sus luces azules resulta ser la advertencia para esconderse antes que se las lleven rumbo a la comisaría por ejercer el oficio más antiguo del mundo: la prostitución. Mas, lo que captó mi atención de este hecho era la edad de estas chicas, la cual podría oscilar entre unos quince a veinte años, son muy jóvenes para estar en las calles ofreciendo sus cuerpos a ocasionales parroquianos.
Sin embargo, es una realidad, están por esas calles y no se puede hacer mucho al respecto pues el cambio debe partir de ellas mismas; las razones para ofrecer sus cuerpos pueden ser muchas, todas referidas a lo económico, el sobrevivir en las calles es lo que más se escucha o sino alguna mentira que te pueden contar para que accedas a darles algo de dinero. En cierto instante se me viene a la memoria parte de la canción de Leuzemia “vamos al troca”, pero pongo en balanza su fragilidad, la cual se convirtió en dureza, y su inocencia en brutal silencio que se disfraza en supuestos gemidos de placer inexistente.
Otras opciones se pueden presentar para que estas jóvenes no estén en las calles, pero como se hace mención; el cambio está en ellas, pero quien se toma el tiempo para hacerlas cambiar de opinión, para decirles que están jugando con su vida, pues las enfermedades de trasmisión sexual así como el Sida caminan por esas mismas calles, esperando entrar en sus cuerpos para no salir más. Ingreso al concierto, con la expectativa de disfrutar de buena música, y al finalizar el mismo voy caminado por las calles; mientras sus minifaldas y escotes pronunciados se pasean esperando a algún cliente que requiera de sus servicios.
Jorge Vertiz
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