Invasión
A través de la ciudad, la mañana se muestra gris entre las calles que se encuentran húmedas debido a la esporádica garua. Me detengo en el paradero a esperar el bus que me llevaría hacia el otro lado de la ciudad, voy observando los titulares de los principales periódicos, muchos están dedicados a dar los últimos alcances del homicidio de una artística folklórica, otros con las opiniones políticas de un ministro; entonces uno me llamó la atención de manera especial, decía “Ni en tu casa estas seguro” en referencia a la continua ola de robos que se vienen dando en diferentes distritos de la capital, sobre todo en las casas, situación que pone en alerta a miles de personas sobre su seguridad personal y familiar.
Aquella inseguridad se puede apreciar en muchos sitios, pues se dan con la proliferación de rejas enormes que encierran urbanizaciones enteras por diferentes tramos, el objetivo controlar el acceso a sus casas por parte de desconocidos, de igual forma la aparición de guardianes en diferentes cuadras que colocan sus casetas de vigilancia en medio de su tramo custodiado. Asimismo, en el refuerzo de la seguridad en los distritos con la presencia del serenazgo, que según el lugar se distinguen por la forma de estar preparados para hacer frente al crimen, algunos tienen más vehículos para su desplazamiento, más cámaras de vigilancia en diferentes puntos del distrito y otros implementos.
Pero, qué hay del derecho de toda persona de transitar libremente por todo el territorio de nuestro país, al parecer termina cuando no te dejan pasar por la reja que se muestra en las calles, y más aún si te sientas o te detienes frente a una casa, sin intención alguna. Puedes ser catalogado de sospechoso de cometer un delito como es el hurto. En esta ocasión, fui ese sospechoso, tan solo por buscar un lugar tranquilo para hacer la presentación en audio del programa que soy co-conductor, sin más una mujer salió de su domicilio preguntando de una manera nada amable, sobre lo que hacía enfrente de su casa y el por qué no me iba a otra parte a hacerlo.
La agresividad de sus palabras era impresionante, dominada por los nervios y una paranoia extrema incrementaba el volumen de su voz, y solicitaba a todo instante que me fuera de ese sitio; tal vez si estuviera en la misma puerta de su casa habría accedió pues la razón la precedía. Mas, no era así, ya que estaba alejado en la acera de un parque sin intención alguna de cometer ningún delito; pero seguían lo insultos y la afirmación de que era un delincuente, incluso hizo referencia a mi manera de vestir. Una dosis de discriminación se sumaba a las acusaciones.
Posteriormente, al cabo de unos minutos la señora se retiro, claro sin lograr su objetivo, pero si dejando un malestar por la situación presentada; solo me resto una reflexión cuando estaba camino a casa. “Como se puede diferenciar a las personas buenas de las malas hoy en día”, pues los asaltantes están bien equipados, bien vestidos, pero todos no merecemos el beneficio de la duda, por la ropa no me pueden catalogar o por mi corte de pelo. También, me dio lastima la señora pues no debe vivir tranquila en ningún instante, todo el tiempo debe estar pendiente de lo que sucede en las calles, mirando por la ventana, velando por sus bienes.
La vida es corta y más de uno lo sabe, y no la tenemos comprada, hay que disfrutarla en todo sentido no sin descuidarnos, pero no se puede ser presa de los miedos y los nervios de ninguna manera o seremos carceleros de nuestra propia celda.
Jorge Vertiz
jorgevertal@hotmail.com
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